Por: Oscar Chigkun
La Independencia Nacional que el Perú proclamó el 28 de julio de 1821 no significó mucho para los indígenas, porque en el fondo no cambió la historia de la opresión que venían sufriendo los pueblos Amazónicos.
Los indígenas seguimos siendo esclavos de los patrones caucheros en la fiebre del caucho que duró hasta 1914. Recién ese año, los jíbaros se unieron y se sublevaron contra estos opresores. Luego de esta rebelión, los jíbaros hemos tenido un tiempo de tranquilidad aparente, que más adelante se ve interrumpido por políticas de neo-extractivismo y neocolonialismo promovidos por el estado y que se intensificó con la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América en el Gobierno de Alan García en el año 2007. Este hecho sirvió de excusa para que el Ejecutivo pida la función Legislativa al Congreso con la finalidad de decretar paquetes de leyes inconsultas que pusieron a la Amazonía prácticamente en venta.
Esto provocó la protesta indígena que se inició en el año 2008 y que tuvo un final trágico en los sucesos del 5 de junio del 2009, conocido como el Baguazo. Este hecho sirvió para que el mundo entero visibilice nuestra existencia como pueblo y como cultura. Pero eso no ha cambiado la historia de la opresión indígena, ya que hasta ahora seguimos luchando para encontrar nuestra justicia y libertad como pueblo. Nuestro desafío es cada vez más grande y complejo. Más del 70 por ciento de nuestra Amazonía está concesionada por actividades extractivas como la minería ilegal, la petrolera, la maderera, las represas. Es más, en la actualidad el narcotráfico está ocupando espacios importantes en nuestro territorio a plena vista de las autoridades estatales. Esto significa que no tenemos la seguridad jurídica en nuestro territorio, y sin eso no podemos avanzar como pueblo libre en busca de nuestro Buen Vivir.
La historia awajún tiene altibajos en todos los tiempos. Por eso para los awajún, la independencia en primer lugar es un proceso que todavía no termina de definirse y por el otro es un deseo pendiente aún de conseguir. Como indígenas, vemos el Bicentenario como una fiesta sin sabor para el país. 200 años es un tiempo suficiente en el que el Perú como nación independiente debió escribir su propia historia y no lo hizo. Pareciera que nuestro país sigue obedeciendo recetas del exterior en todas sus políticas de desarrollo. No se aprecia una agenda propia del país, ni siquiera en sectores sociales, como en educación y salud, sobre todo por sus malos gobernantes.
Es triste ver que después de 200 años el Perú no llegue a definirse como un Estado multilingüe y pluricultural. Los gobiernos de turno no nos respetan como lo merecemos. Algunos intentan incluirnos en su plan y otros intentan borrarnos del mapa. La historia no ha cambiado. La pregunta es ¿Qué celebramos entonces en estos 200 años? ¿Nuestra miseria y pobreza provocada por los malos gobernantes que han dirigido a nuestro país en estos 200 años? ¿O nuestra esperanza que aún sigue siendo utopía?
Creo que este 28 de julio en vez de haber sido un día de celebración, debería representar una fecha de reflexión para darnos cuenta cuán mal estamos como país. Creo, como indígena, que nuestro país necesita un rumbo diferente a lo que hemos tenido en estos 200 años, un rumbo más justo, más inclusivo, más pacífico, donde se busque el Buen Vivir de todos. Para ello los pueblos indígenas tenemos que unirnos y plantear un plan nacional de BUEN VIVIR, pensado desde nuestros pueblos y con la participación de todas las organizaciones e instituciones aliadas, un plan que tenga líneas claras para la educación, salud, cultura, política, ecología, entre otras. Esto con la finalidad de exigir nuestra libertad y la seguridad jurídica de nuestro territorio. Este sería un camino ideal para acercarnos a lo que buscamos: nuestra libertad y autonomía, asegurando la seguridad jurídica de nuestro territorio. El actual gobierno tiene retos urgentes que atender a los Pueblos Amazónicos.
17 de agosto de 2021