“El agua es vida, es sagrada y debe ser protegida”. Ese fue el mensaje que reunió a más de 400 representantes de pueblos indígenas, comunidades campesinas, organizaciones sociales, obispos y equipos pastorales de 10 países y 14 regiones del Perú en la Cumbre Amazónica del Agua, realizada en Iquitos del 01 al 03 de octubre.
Inspirados en la encíclica Laudato Si’ y en la espiritualidad amazónica, los participantes denunciaron la contaminación y la destrucción de sus territorios por el avance de la minería legal e ilegal, la explotación petrolera, el narcotráfico, la deforestación y el vertimiento de desechos.
También las falsas soluciones climáticas como los bonos de carbono o el hidrógeno verde, y que según afirman favorece a intereses privados. Pero también la poca preocupación del Estado frente a las amenazas que viven los pueblos indígenas, y la “indiferencia e insensibilidad de los gobiernos promoviendo y legitimando políticas de destrucción y aniquilamiento de tierras, pueblos y culturas, entre ellas las economías ilegales vinculadas con el crimen organizado”, se lee en la declaración.
Producto de ello, denuncian una ola de asesinatos de defensoras y defensores del agua, y la criminalización a quienes protegen las cuencas amazónicas. A esto se suma la desigualdad de impactos sobre las mujeres, los pueblos indígenas, comunidades rurales y la niñez.
A pesar de esta situación, los pueblos indígenas y las comunidades siguen defendiendo la vida, además reconocen al agua como ser vivo con “derecho a fluir libre de contaminación”.
Los principales protagonistas de estas luchas son jóvenes, mujeres y agentes laicos, además de la convergencia de espiritualidades indígenas y cristianas, ambas considerando el agua como sagrada y sanadora.
Frente a ello, señalan la importancia de la articulación de los pueblos andinos, amazónicos y costeros en una alianza por la defensa del agua. Además, exigen al Estado políticas públicas, presupuestos y cumplimiento de sentencias que garanticen el derecho humano al agua, promover la educación ecológica desde la niñez y fortalecer el arraigo territorial.
También recuperar las sabidurías del “buen vivir” y las narrativas ecológicas propias de los pueblos amazónicos.
Desde el “corazón amazónico”, los firmantes reafirmaron su compromiso de legar a las futuras generaciones una tierra habitable, con ríos limpios, bosques sanos y comunidades dignas.
Su declaración concluye con una promesa contundente: “Seguiremos defendiendo nuestra agua, nuestra selva, porque somos capaces de dar nuestra vida por la vida de las próximas generaciones”, se lee en el pronunciamiento.
Lunes 06 de octubre de 2025